Se me ha ido la paciencia y cómo
no, Jesús es como uno de esos líderes sobre los cuales uno no se explica cómo
han llegado a donde están; que te da instrucciones que se contradicen con lo
que ha dicho antes y que aun así espera que cumplas en el acto. Lo mismo pasa
con algunos de los presidentes del Sandrin o con los recaudadores de impuestos,
¿cómo puede haber hombres de tan pocas cualidades con tanto protagonismo?, no
importa, pudiendo elegir otro hombre, otras características, otra personalidad,
el padre, dice el mismo Jesús, ha optado por él.
Ahora me pregunto cómo me
convenció, yo, que bien podría haber llevado una vida corriente, tener una
parcela, o ser artesano, pescador o agricultor, que fácilmente podría salir en
las mañanas templadas al campo y volver en las tardes a disfrutar de la comida,
a juntarme con mis amigos o a gozar de mi mujer; yo, que fácilmente podría
haber optado por las labores que le son comunes a todos los hombres: tributar,
descansar los sábados, reunirme con mi familia en las fiestas. Yo, que
imaginaba de joven una vida apacible, opté por creerle a un loco.
Un loco que, según dice, vivió
una profunda experiencia que le hizo descubrirse y encontrar su misión, donde
conversó con dios, ¿cuál dios?, ¿se tratará acaso de mi mismo dios?
Y tampoco es que sea el primer
hombre en querer reunir discípulos, ejércitos, allegados alrededor con misiones
particulares, yo mismo debería tener mi propio combo. Pero me vine a reclutar
con el presunto nuevo hijo de dios, sin duda que con los años llegarán otros
que se van a querer autoproclamar de tal modo.
A pesar de sus ínfulas de
grandeza, a veces se mostraba jocoso, en ocasiones era difícil reconocer si
hablaba en serio, sobre todo cuando instruía sobre la voluntad del padre, ¿cuál
padre?, ¿el suyo?, ¿José el carpintero? Hay que aceptarlo, un tipo normal con
buen humor, por eso me comprometí con su teatro.
No importa, ya estando acá, se
hace lo que se hace, porque uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, y yo me
comprometo, yo milito con todas las ganas. Me he vuelto el hombre detrás del hombre,
y ya entrados en gastos me reafirma la idea de poner a temblar un poco a las
instituciones, de ganar seguidores y ser popular por andar con Jesús. Es que este
prestigio no se consigue en ningún otro lado, no por estos días.
Así pues, y ya estando adentro,
cada uno cumple su función. A mí me ha tocado venderlo, por su orden directa,
por línea de mando y estoy acatando, después de todo alguien tiene que hacer el
trabajo sucio. Entonces que me digan villano, traidor, codicioso, me considero
lúcido después de todo, solo estoy cumpliendo con mi misión, me comprometo con
las causas.
Y como cada uno tiene que hacer
su parte, a mí no me ha tocado la más loable. Lo que hice es disciplina,
sacrificio y hasta un acto de piedad.
Creo que es una buena oportunidad
para salirme del grupo, para que tanta fanfarronería se acabe y buscar una vida
de verdad. Hombres que andan detrás de un hombre que estrepitosamente predica
valores que todos hemos conocido en casa: amor, respeto, tolerancia,
abnegación, entrega, caridad; ¡por favor!
Y los otros, borregos, ¿acaso no
se lo preguntan? siempre lo mismo, con esa falta de criterio, que maestro para
acá y maestro para allá. ¿Por qué cada uno no puede interpretar las escrituras
a su modo?, ¿por qué cada cuál no cumple la ley como la entiende?, ¿por qué
tiene que haber una ley?, ¿por qué sostener con nuestros tributos al imperio?,
¿por qué unos pocos concentran las tierras y los cultivos y no los distribuyen
entre mendigos y enfermos? Hoy me declaro en contra de los mesías, de los
rabinos, de los sacerdotes y los prefectos.
He entendido que el padre se
revela por sí mismo, que Jesús o cualquier otro no sirven más que a su propio
ego y que los demás fuimos unos incautos. Pero ellos me critican, me acusan,
quieren hacer justicia con sus manos, ¡zánganos que no entienden!, es que esto
no se trata de ellos o de mí, ni siquiera de ese tal Jesús que no es más que un
títere, una representación. Yo mismo tendré que ser reemplazado en eso de ser
“pescador de hombres”.
¿Y ahora qué debería hacer?, ¿entregarme?,
¿por qué?, ¿acusado de qué?, ¿arrepentirme?, ni hablar. Mejor partir, mi
conciencia está limpia; no contemplo la posibilidad del suicidio o de dañar a alguien
más, sencillamente la de retirarme a llevar una vida como la de cualquier otro.