lunes, 31 de agosto de 2015

…decadencias…

Una de mis primeras novias solía decir que yo escribía horrible, que me faltaba estilo, pero sobre todo estética. Tendrá razón hasta el fin de los tiempos.

Me acostumbro a caer en falsas modestias, a expresarme con ironía, a tener reflexiones absurdas sobre vicios que consumo y que me corroen. Últimamente caigo en torpes seguridades y en mil frustraciones relacionadas con la soledad, esa bella experiencia que conjura la independencia.

Algunos dicen que felicidad es recordar los momentos que ya no están, en este caso las visitas furtivas, los mensajes cifrados, escapar de la oficina, discusiones paradigmáticas, que las manos se tomen, un plan conjunto, los sentimientos y los resentimientos.

Supongo que felicidad también es tomar una decisión de todo o nada, donde el todo son tus hermanos y la nada la incertidumbre.

Hay soledades con nombres propios, en este caso soledad es María Belén antes de la media noche, es ese momento en que ella se baja del taxi y en el que reconozco que cuando la vuelva a ver ya no va a ser como antes. Soledad es esa promesa de vernos al día siguiente por última vez un par de horas antes del vuelo y es robar ese último beso de su boca antes de que descienda.

Soledad es ir el resto del trayecto taciturno y reconocer en el retrovisor que el taxista también se acongoja con esa falsa promesa.

Soledad es que de manera tan diplomática ella salga de tu vida.

Soledad es que cuando llegues a tu destino el taxista te desee un buen viaje.